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Científicos del CONICET descubrieron el reptil marino más grande de su familia en la Antártida

Según pudieron constatar, medía 11 metros y habitó en el continente hasta la gran extinción de hace 66 millones de años. Los hallazgos fueron publicados en la revista científica Cretaceous Research.

Científicos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) junto con investigadores del Instituto Antártico Argentino (IAA, DNA) descubrieron en la Antártida restos del reptil marino más grande de su especie en el mundo. 

El centro de atención se centró una vez más en el denominado continente blanco, considerado inhóspito por sus condiciones climáticas así como una fuente de información acerca de la vida en otras eras geológicas. En esta ocasión, los científicos encontraron restos de lo que sería un gigantesco elasmosáurido. Además, este descubrimiento arroja pistas que ayudan a entender la forma en que estos reptiles capturaba a sus presas en los mares y la rapidez con la que actuó la gran extinción de fines del Cretácico.

Con 11 metros de largo y alrededor de 12 toneladas, el ejemplar fue encontrado en formación sedimentaria López de Bertodano, ubicada en la Isla Marambio, al este de la Península Antártica. El hallazgo fue del equipo de la IAA, quienes dieron con los restos durante la última campaña de verano, realizada todos los años. Esta no es la primera vez que se encuentran partes de este reptil gigante, en 1989 se recuperaron las primeras muestras de su estructura osea y recién en el 2017 se terminó de completar buena parte de su esqueleto.

Según José Patricio O’Gorman, investigador adjunto del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP) y primer autor del trabajo, el hallazgo “pertenece a un aristonectino, un género que se diferencia del resto de los elasmosáuridos por las características de su cuello”. En esa línea, añadió: “Mientras que estos últimos presentaban cuellos muy largos, finos y flexibles con hasta 72 vértebras que terminaban en pequeños cráneos, los aristonectinos como el que encontramos lo tenían más corto y ancho, con una cabeza más grande”.

Asimismo, detalló que dicha adaptación morfológica se dio en relación a la necesaria adaptación que fueron transitado estos ejemplares con el objetivo de conseguir alimento. “El cuello alargado de los elasmosáuridos les permitía alejar el punto de captura, es decir separar la cabeza del resto del cuerpo de manera que sus presas no detectaran su cercanía. Los aristonectinos no tenían esa ventaja. Lo que uno supone es que éstos no cazaban presas individuales sino que desarrollaron un método como el que millones de años después comenzaron a utilizar las ballenas: abriendo la boca y acaparando en gran cantidad. El cuello ancho les garantizaba la suficiente rigidez para contrarrestar la resistencia del agua en el momento de la apertura de las mandíbulas y se valían de una gran hilera de dientes que en el resto de los elasmosáuridos no están”, estableció.

En cuanto al lugar en donde fue encontrado, el investigador asegura que la formación López de Bertodano guarda en si misma las características de aquellos tiempos pasado, ya que en ella se pueden distinguir las distintas capas de sedimentos que representan las era geológicas de la tierra. El reptil, en este caso, fue encontrado a menos de dos metros y medio de esa formación histórica. “Esa medida, puesta en relación con las tasas de sedimentación, refiere a unas pocas decenas de miles de años antes de la extinción masiva, lo que en tiempos geológicos es un lapso realmente corto”, explicó el investigador.

Si bien la teoría clásica señala que la gran extinción que llegó a fines del Cretácico fue consecuencia de la caída de un meteorito en la península de Yucatán, actual territorio de México, no están claras las razones por las cuales la desaparición de las especies se dio con tanta rapidez. “Uno puede plantear el interrogante acerca de si fue un suceso instantáneo o si hubo una eliminación progresiva de la fauna debido a que el ecosistema por algún motivo se estresó. La presencia de este animal tan cerca del límite K/Pg nos indica un modelo rápido. Era un organismo muy pesado, que necesitaba alimentarse de los invertebrados ubicados en la base de la pirámide trófica para asegurar la producción primaria de energía que requería sostener una masa corporal enorme, y lo tenemos ahí en el borde mismo del límite. Podemos decir que el ecosistema venía funcionando normalmente hasta el momento en que ocurrió la extinción”, concluyó el científico.

 

 

 

El Intransigente.